domingo, 27 de marzo de 2011

Ser de la Unión

"Un partido para olvidar", comentábamos al salir del estadio. Lástima de mi buena memoria, a menudo comodín del público, para los partidos de la Unión desde que aquel 10 de septiembre de 1989 me llevaran a ver el Salamanca-Sabadell. Arlequinados entonces, blanquivioletas hoy, nos ganaron en casa, que ya es como segunda casa cada quince días. O cada trece, o cada dieciséis, pues el calendario se hace para los aficionados de sofá más que para los de grada, parece mentira pero es así. En este fútbol convulso, exagerado hasta el hartazgo, desnaturalizado y obsceno, donde la Liga la paran o la echan a andar por arreones dinerarios, en el que a la campeona del mundo la anuncian para jugar en patatales, donde sólo el Madrid y el Barcelona parecen merecer atención, ser del equipo de tu ciudad llega a ser hasta exótico. Ser de la Unión, en Salamanca, no es lo normal. "Si es que son muy malos...". "Si van a bajar...". "Hombre, a ver si sube y viene el Madrid...". Ser de la Unión es lo más grande en medio de tanta pequeñez. Once finales por delante.

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