viernes, 10 de agosto de 2012

Seiscientos ochenta y seis

Teníamos Carlos y yo cuatro y seis años cuando, blanquinegros en el exilio, ya cantábamos nuestra propia versión del himno: "Hala Unión Deportiva Salamanca, Hala Unión y viva la afición...". Mirábamos una y otra vez la última página del álbum de la Liga 89-90, en la que bajo el del Sabadell y sobre el del Sestao, relucía el escudo de nuestro equipo. Inolvidable el momento en que, al abrir el sobre, entre los cromos de Futre, Hugo Sánchez o Laudrup, aparecieron el toro, el puente, la encina, el balón de otras épocas y esas tres mágicas letras entrelazadas de forma inconfundible: U D S. Hacíamos virguerías para enterarnos de lo que estaba pasando en El Madrigal o el Rico Pérez en aquellos trágicos play-offs, porque ni existía internet ni a Carrión llegaba la sintonía de las radios locales salmantinas. Apenas las conexiones en los programas nacionales, para llevarnos el disgusto de que el club de nuestros amores seguiría un año más en el pozo. Pero fue volver a Salamanca, sacar el abono y ascender. Primero en el campo del Levante, y después en la noche gloriosa de Albacete. Ya han pasado diecisiete años de aquello, al pozo regresamos y no se divisa a un fray Juan de Sahagún que eleve milagrosamente las aguas, amanse al toro de las deudas o pacifique los encrespados bandos de la incertidumbre. No vendrá este año el Lalín pero sí el Coruxo. No nos visitará el Getafe, sino su filial. Pasaremos frío los domingos por la tarde. Sufriremos. Pero merecerá la pena si "el Helmántico se llena de gritos de la afición, cuando el equipo volcado lucha y brega con amor", como el gran Pepe Ledesma describía en las letras del himno unionista. Pues eso. Con amor a los colores de mi equipo, más allá de que el fútbol haya perdido el encanto que tenía, preso del vil metal. Larga vida al toro, al puente, a la encina, a ese vetusto balón y a las tres letras que nos hacen vibrar a tantos salmantinos.