viernes, 18 de noviembre de 2011

Paradojas electorales

Cuando el domingo me acerque a mi mesa electoral, el presidente dirá: "Sólo Congreso". Porque llevaré únicamente el sobre blanco. El sepia no lo uso, ni en las generales ni en las autonómicas. Porque no voto para el Senado. Por tanto, no pondré en práctica las enseñanzas del anuncio televisivo que acabo de ver: "¿Cómo votar al Senado?". Creo que antes era más complicado, por el tamaño de la papeleta, que primaba a los expertos en papiroflexia y complicaba la existencia a los más avezados recontadores de votos. Se pueden marcar hasta tres candidatos de distintos partidos (las célebres listas abiertas). Bueno, si vives en El Hierro o en Formentera, o en más sitios, sólo uno. El caso es que siempre me he preguntado si estaba extendido lo de votar sólo al Congreso, pero en nuestra mesa mi padre y yo debemos ser de los pocos. Lo que no imaginaba es que ocurría precisamente lo contrario, que los españoles votásemos más al Senado que al Congreso. Comparemos porcentajes de participación en las generales de 2008. Para el Congreso, 73,85 %. Para el Senado, 74,49 %. ¿No estábamos de acuerdo en que el Senado había que reformarlo o directamente suprimirlo? ¿No se le llena la boca a muchos con la pregunta retórica sobre la utilidad de la cámara alta? ¿No echamos pestes del retiro dorado de sus señorías, que pasan poco tiempo por el madrileño palacio de la Plaza de la Marina? Pues lo cierto es que, a la luz de los números, ya sea por las posibilidades que ofrecen las listas abiertas, por el reto que plantea la introducción de la papeleta en el sobre, por la curiosidad que despierta pasar un rato en la cabina revisando el amplio listado de formaciones políticas... los españoles votamos más al Senado que al Congreso. Quizá haya alguna otra explicación, que ojalá alguien aporte, pero el dato me ha sorprendido. Imaginaba que, por estrecho margen, ganaríamos los del "Sólo Congreso", pero vencen los del "Sólo Senado". Entonces... ¿suprimimos el Congreso? Votemos, de todas formas, y como dice un amigo mío, disfrutemos lo votado. Ojalá pudiera ser.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Desde el coro alto

Esta tarde de paraguas, que era tarde de chocolate con churros, y no íbamos a ir contracorriente (¡tuvimos valor!), también ha sido tarde de descubrimientos. Porque nos dieron las llaves de Santa Clara y allá que nos fuimos, al Real Convento. Conocía la iglesia, pero no el resto de las dependencias visitables del cenobio franciscano. Conocía ese retablo que tanto recuerda al de la Vera Cruz, con su Clara custodia y báculo en mano, con su Inmaculada, con su San Francisco y su San Antonio de Padua. Verlos desde el coro alto me hizo echar en falta este otro punto de vista para admirar otra Inmaculada, otra custodia con el Señor manifestado, otros santos, otras columnas, otras volutas doradas... Pensé en aquella estancia que en la Vera Cruz es clausura conventual. En el cuadro del Juicio, tan curioso, tan adherido a los muros que miedo da imaginar el día que haya que descolgarlo para devolverle su original esplendor. En el pasillo que recorre la madre campanera, encargada de convocar para el culto a Dios. En quienes vieron allá arriba imágenes procesionales. En un lugar privilegiado para recogerse en oración. Y luego, gratamente sorprendido por la sobrebóveda y sus artesonados, seguí imaginando. Y si Churriguera, y si hace trescientos años, y si ...