miércoles, 18 de mayo de 2011

La revolución pendiente

Confieso que cada vez presto menos atención a las noticias. O porque lo que se anuncia como noticia no me lo parece o porque prefiero encerrarme en el caparazón duro, íntimo y aislante que todos tenemos más o menos desarrollado. Guerras, hambre, crisis, mítines, terremotos, corruptelas, rescates, llegan a diario a mis ojos y a mis oídos, pero escucho poco y miro menos. Me habrá anestesiado el sistema, con su silencioso veneno, líquido elemento del quirófano global. Reconozco que dedico más tiempo a estrujar la clasificación de Segunda, en busca de un milagro, que a interesarme por las reformas económicas o por los programas electorales. Por esto, el domingo, cuando María y yo cruzábamos la Plaza Mayor de Salamanca, me pilló de sorpresa una concentración ante el local que el PSOE ha alquilado para la campaña. Gritos airados contra Zapatero que me incomodaron, pese a no compartir casi nada con el presidente. Gritos contra la Policía Nacional cuando llegó, cuatro o cinco agentes, que también me incomodaron. Gritos y manos alzadas. Arrinconamiento. Nada sabía de estas movilizaciones del 15 de mayo, que se prolongan estos días. Alusiones en Facebook me han llevado a leer el manifiesto publicado por Democracia Real Ya, y me pregunto si esa "revolución ética" de la que hablan, oponiendo ser humano y dinero, es posible hoy, y a qué ética obedecería, o si se trata de no obedecer a ninguna... Siempre he pensado que las grandes revoluciones estallan en cada persona y no en las plazas. Revoluciones de cuestionamiento, de trascendencia, de vocación. Imagino que también tenemos pendiente esa revolución.