viernes, 24 de junio de 2011

Nos diste Pan del Cielo


Tres jueves, dicen, que en el año había
más relucientes que el astro primero
y uno de ellos, con brillos de lucero,
era el Jueves de Dios Eucaristía.

Domingo ahora, ¿acaso importa el día
para alfombrar las losas de romero
al paso del ardiente panadero
amasado en el Pan de la Alegría?

Porque siempre es momento de adorarle
extendiendo a sus pies las bellas flores
que brotan en el alma al contemplarle,

de, en sencilla oración, rendir honores
sabiendo con certeza que, al cantarle,
cantamos al Amor de los amores.

(Salamanca, 6 de junio de 2007)


Una alfombra de flores y romero aguarda la llegada del Santísimo Sacramento a la Plaza de Santa María de Carrión de los Condes, patria chica del agustino Restituto del Valle, autor de la letra del popular "Himno de Adoradores", canto estrenado en Madrid el 25 de junio de 1911, con motivo del XXIIº Congreso Eucarístico Internacional. Suena así esta alabanza centenaria.

sábado, 11 de junio de 2011

In aedificationem

No recalaba por aquí desde que, hace un mes, me refería al movimiento de indignados 15M: "La revolución pendiente", titulé el apunte. Anoche tuve oportunidad de conocer a alguno de sus integrantes, y no fue en sereno coloquio, ni porque me abordaran y propusieran debatir, o porque me invitaran a conocer sus puntos de vista. La historia fue bien distinta. Unas ciento cincuenta personas nos habíamos reunido, en un acto convocado por la Diócesis y por el grupo de Jóvenes Profesionales Católicos al que pertenezco, para primero escuchar y luego dialogar, con Alfredo Dagnino, un cristiano comprometido. Poco había dicho el ponente cuando una docena de los asistentes, "sin duda de forma espontánea", interrumpieron el acto con gritos, lo ilustraron con máscaras y pancartas, lo decoraron con pegajosas serpentinas y lo aromatizaron con bombas fétidas. Terminado el encuentro con Dagnino, al que asistió el Obispo de Salamanca, varias decenas de indignados aguardaban, "no menos pacífica y espontáneamente congregados", al ponente, y tanto a él como a su esposa "acompañaron" hasta el lugar donde compartimos con ellos una agradable y frugal cena, antes de participar juntos en una vigilia de adoración eucarística nocturna. Que a una persona se la pueda acosar cuando camina por la calle, gritándola, recriminándola, no es libertad de expresión ni nada que se le parezca, cuando era precisamente el argumento empleado para justificar la gamberrada. Anoche me sentí violentado, dolido por el invitado (un humilde regalo costeado por el grupo de jóvenes ha sido su gratificación), triste por el ambiente de agitación en la calle, pero a la vez confortado por el ejemplo de serenidad de casi todos los presentes en la sala y por el entusiasmo apostólico de muchos con los que pude compartir unas palabras o unas elocuentes miradas. Quiero creer, y creo, que esas decenas de personas que agredieron a Dagnino y su mujer, lesionando su derecho a ir tranquilamente por las calles de Salamanca, no pueden ni deben representar las ansias de regeneración que, si hubieran escuchado al ponente, probablemente habrían descubierto que son compartidas con él, aunque su cosmovisión, si la tienen, no sea cristiana, ni sus principios concuerden, como los de Dagnino (y los míos), con los de la Doctrina Social de la Iglesia. Al fin y al cabo, como bien expresó al comienzo de la intervención (eso sí debieron escucharlo los que le interrumpieron), se trataba de una consideración personal e intransferible (como la de cada uno), sin pretensión de imponerla ni intencionalidad política. Y como subrayó el bueno de Alejandro al final, se trata de sumar las consideraciones de todos para enriquecernos y aprender. La mascarada y el griterío no fueron suficientes para conocer algunas, aunque sirvan para que muchos, de entrada, las rechacen. Yo no lo hago, pero confío en que en las acampadas, en los foros, en las asambleas, reciban a estos exaltados con un clamoroso: "Que no, que no, que no nos representan".