sábado, 18 de diciembre de 2010

El placer de un manojo de llaves

Ya van por tres los otoños en que Salamanca presta un juego de llaves a salmantinos de nación o vocación que sientan curiosidad por abrir sus más secretas puertas, preludio de tesoros escondidos. En su día conté anteriores experiencias, que en estas semanas se han enriquecido con las visitas a Fonseca (de otra forma), La Salina, San Francisco, Monterrey y San Esteban. Un común denominador, la ciudad que late con fuerza en su historia siempre viva. Salamanca trazada en arcos y dibujada en medallones, abierta de par en par a los ojos que miran hoy lo que otros vieron hace siglos. De las estancias palaciegas brotan leyendas que impregnan con su belleza la realidad: se non è vero, è ben trovato! De los claustros y capítulos surgen doctrinas y prédicas, se encienden disputas y se logran concordias. Por entre las rendijas de los edificios escapa, hacia fuera, un aroma de misterio, que atrapa y atrae hacia sus puertas, en busca de sus adentros más íntimos, al alcance de unas llaves convenientemente compartidas. Junto a estas visitas otoñales (gracias por vuestra constancia de los lunes en las duras colas), que ojalá gocen de continuidad (estaría bien que incluyeran la Semana Santa, la Vera Cruz, los enclaves cofradieros, en futuras ediciones), habrá que conocer el nuevo punto de referencia para acercarnos al patrimonio salmantino, en la rehabilitada iglesia de San Millán: MonumentaSalmanticae. Sigamos paseando la ciudad.

2 comentarios:

  1. Estuve esta tarde por San Millán. Me ha encantado ver los entresijos de una iglesita románica a la que jamás tuve acceso. Me ha gustado la sencillez de lo expuesto, oliendo aún a pintura reciente. He visto estampas de la Salamanca del ayer más o menos inmediato y he dejado mi comentario, verbal pues no encontré otro modo, al corregir algún defecto que observé en las proyecciones (errores de fechas, simplemente). No sé si mis comentarios caerán en saco roto, pero al menos he aliviado mi "conciencia" salmantina.
    Cordialmente,
    Félix

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  2. Como el patrimonio es un bien común, cosa de todos, y buena cosa, bien has hecho en apuntar posibles mejoras. Intentaré visitar pronto San Millán, que siempre despertó mi curiosidad, por aquello de sus puertas cerradas.

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