miércoles, 3 de noviembre de 2010

Colin Smith

“Es difícil de entender, sólo sé que hay que correr. Sin saber por qué, por el campo y el bosque. Y ser el ganador no es el final, aunque la gente anime hasta quedarse tonta. Así es la soledad del corredor de fondo”. Fue la película de anoche en el ciclo de cine y deporte de la Filmoteca Regional, cada martes en el Liceo. Colin Smith tiene nombre de velocista estadounidense, quizá de origen jamaicano, pero es un fondista británico que cabecea como Paula Radcliffe. O, para ser más exactos, no es atleta, sino un chaval de Nottingham al que casi nada le sonríe en la vida, casi nadie salvo Audrey, y por unas pocas libras, unos pocos chelines y unos pocos peniques termina internado y entrenado en Ruxton Towers. Aunque su director lo ambicione, este reformatorio no participa en los Juegos Olímpicos, y aunque su director lo presuma, no reforma demasiado a las descarriadas ovejas que roban en las panaderías para invitar a chicas y fumar a escondidas. Colin cabecea en medio del páramo, jadea y esprinta, piensa y siente, él solo. "¿Por qué estás aquí? No corrí lo suficiente. Me cogieron". Muchos metros por delante. Kilómetros que allí son millas. Años para correr, tropezar, levantarse... y saber parar a tiempo. Paso, trote y galope de hombres-caballo confundidos y alienados: el hombre-máquina, el hombre-objeto, el hombre enfermo de soledad que se deshumaniza en cada carrera, a golpe de látigo, mientras alguien canta el sueño de una nueva pero vieja Jerusalén en la campiña inglesa.

2 comentarios:

  1. Todos cabeceamos y jadeamos en nuestra carrera solitaria mientras miramos hacia atrás no para ver si nos siguen sino para buscar alguien que nos acompañe.
    Cordialmente,
    Félix

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  2. Eso es, necesitamos compañeros de fatigas, para que luego el descanso sea tal.

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