domingo, 20 de marzo de 2011

Equinoccio vernal

Viajando con Ainhoa desde Zamora tras la guardia, a ciento diez casi todo el rato, la mañana nos ha regalado una visión majestuosa. Las cumbres nevadas de la Sierra se distinguían perfectamente desde La Armuña. El cielo de un azul por fin azul. Las cimas, de un blanco abrillantado por un sol por fin brillante. Fueron unos pocos minutos, merecía la pena reducir hasta cien, y hasta noventa, para alargar la visión nítida pero sorprendente. Las distancias, acortadas; las estaciones, fieles al calendario. Daban ganar de hacer tres tiendas, como a Pedro en el Tabor, y quedarnos allí, a medio camino, pero tan cerca de la belleza, efímera y primaveral.

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